sábado, 30 de noviembre de 2013

Alta cocina para los Soprano

A Sara y a mi nos encanta Los Soprano, y aunque no es la única serie que ha dado un papel relevante a la comida, no se nos ocurre otra que la haya cuidado, le haya dado tanta presencia y la haya implicado en las tramas con la misma intensidad que Los Soprano. La última escena de la serie muestra a la familia comiéndose unos aros de cebolla en un restaurante. Las imágenes de su personaje principal, Tony Soprano, atracando la nevera están en la memoria de los fans, igual que los ziti al horno y los pollos cacciatore de su mujer, Carmella. El complejo carácter y las inseguridades del mafioso de Nueva Jersey se reflejan en muchas ocasiones en su relación con la comida, y la sucesión de jamadas entre capos, subalternos o familiares es casi incontable.

Que el libro de cocina de Los Soprano, con recetas supuestamente recopiladas por Artie Bucco, chef y amigo de la infancia de Tony, sea considerado como el mejor recetario derivado de un programa de televisión es casi una consecuencia lógica de tanta exhuberancia exuberancia gastronómica. Tampoco deberían sonar extraños homenajes culinarios como el que recibió ayer el recientemente fallecido James Gandolfini en una pizzería de Gavà (Barcelona) que se llama como la serie. Su dueño, el chef Óscar Manresa (Torre de Alta Mar, Casa Guinart en La Boquería), logró convencer a un buen puñado de cocineros de primera fila para que prepararan platos en recuerdo del hombre que encarnó al gran Tony, y de paso dar a conocer un local un tanto fuera de circuito para el público barcelonés.

Además del osobuco que él mismo preparó, se sirvieron tapas con aires vanguardistas como las pizzas de parmesano y cítricos de Albert Adrià (Tickets, 41º) o la ensalada césar con pizza caliente de Carles Tejedor (ex Via Veneto). Pero la mayoría de los chefs apostó por la cocina italiana más tradicional: Albert Raurich (Dos Palillos) cocinó un risotto de boletus; Jean Luc Figueras (Mercer), una contundente "lasaña de la abuela"; los hermanos Colombo (Xemei), unas albóndigas con tomate, y Carles Abellán (Comerç 24, Suculent), un impecable fricandó italianizado con el nombre de fricandini.

La mafia de la cocina, en la pizzería Los Soprano. / ARDUINO VANNUCCHI 

Los pacheri de Enrique Valentí (Chez Coco). / EL COMIDISTA

Compitieron dos versiones de los canelones -los de rabo de buey de Dani Lechuga (Caldeni) y los de los hermanos Iglesias (Rías de Galicia); el pan, de butifarra y llardons y acompañado con manteca, lo puso Fina Puigdevall (Les Colls), y en los postres brilló el cheesecake de Christian Escribà y no faltaron los inevitables cannoli a los que tan aficionado era Tony Soprano, obra de José María Parrado (Cañete).

"La idea era recordar a James Gandolfini con una fiesta a la italiana, con muchos platos", explica Óscar Manresa, fan declarado de la serie. "En Los Soprano la cocina va ganando presencia temporada a temporada. Tony se mueve siempre alrededor de la comida: se levanta y pasa por la cocina; tiene insomnio, y se va a abrir la nevera. Los negocios de su familia se organizan alrededor de una mesa, algo muy mediterráneo. Los americanos comen para vivir, pero él vive para comer".


Arriba, Manresa y Fina Puigdevall. Abajo, las cajas de pizzas de Los Soprano. / EL COMIDISTA

La relación de los demás chefs invitados con la serie es, por decirlo de alguna manera, un tanto irregular. Max Colombo, el representante de Xemei encargado de acudir a la presentación, dijo haber visto la serie por lo menos siete veces pero no siguiendo el sistema tradicional. "Tengo algún amigo que de repente me pasa una temporada de golpe. Y cuando tengo un día y medio libre, que tampoco sucede muy a menudo, me encierro en casa y veo un montón de episodios del tirón. Si no lo hago así, me pierdo". ¿Un recuerdo gastronómico de la serie? "Cuando comen cannolli".

Carles Abellán tampoco puede ver una serie semana a semana. "Las suelo ver de seguido, cuando estoy en casa enfermo o de resaca". De Los Soprano no recuerda tanto las escenas de comida como las de bebida, especialmente las que tenían lugar en el despacho del Bada Bing. Cuando le preguntamos por un posible restaurante efímero que relacione series y gastronomía habló de una barbacoa temática motera inspirada en los malotes de Sons of Anarchy.

El sopranista más aplicado resultó ser José María Parrado. Una de las cosas que más le llama la atención de la serie –que también vió en DVD–, y la comida es que Tony, Paulie y sus socios siempre comen los cannoli "en la oficina", por llamar de alguna manera al almacén con mesa de billar en el que toman gran parte de las decisiones. "He visto la serie como cinco veces", confiesa. "Es la única que realmente me ha llenado. Ver al personaje de Silvio Dante, interpretado por Steve Van Zandt, a Paulie... todos son magistrales, de entrada y en su evolución. Además es curioso que al vivir fuera de Italia conserven costumbres que allí ya se han perdido, para no perder sus raíces. Y los guionistas son unos putos cracks." 

Otros cocineros, como Fina Puigdevall, Albert Adrià o Jean Luc Figueras, confiesan sin rubor que no han visto la serie porque la atareada vida entre fogones les da para la vida familiar y poco más. Su manera de superar este pequeña desventaja para enfocar la creación del plato fue diferente. Adrià hizo un trabajo de documentación previo sobre los Soprano y su entorno, Fina decidió tirar de una pizza garrotxina, y Jean Luc recurrió a ago que nunca falla en una familia italiana: la receta de la mamma, en este caso, la lasaña de su abuela.

El repostero Christian Escribà no se enfrentaba por primera vez a una serie con sus postres sopraneros: hace poco tuvo que elaborar uno con guiños a Dallas o Dinastía (encargo de alguien, imagino, tan cuarentón y frívolo como yo). "No son difíciles, porque casi todas las series tienen algún elemento importante en el que te puedes inspirar. Pero me parece que esta vez he metido la pata". En efecto, tanto el cheesecake como la tarta de chocolate con rascacielos que preparó remitían a Nueva York... y los Soprano viven en Nueva Jersey. "Es que pillé la serie a trozos, como casi toda la tele que veo. Pero bueno, al final un pastel tiene que ser bonito y ya está".



Fuente: El Comidista



martes, 26 de noviembre de 2013

Film & Cook

Tras dos intensos fines de semana en Madrid, ciudad donde este año estrenaba sede, Film & Cook se trasladaba este fin de semana a Barcelona, donde estuvo presente desde el pasado jueves  hasta el domingo 24 en Aribau Club con un suculento despliegue de programación. Sara y yo nos desplazamos hasta allí y esto es lo que tenemos para contaros.


La jornada inicial del jueves comenzó con Xavier Franco, del Restaurante Saüc, quien realizó un showcooking acompañando al documental japonés Drops of heaven.

Jordi Cruz, del ABaC Restaurante y Hotel, fue el encargado de presidir la inauguración oficial y también hizo una demostración culinaria inspirada en el documental Make Hummus, not War.


Y la última sesión, el pack nocturno que fusiona el cine clásico con la mixología moderna, estuvo protagonizada por el bartender Diego Cabrera y su cóctel 'Martínez' inspirado en la icónica Casablanca, que los asistentes pudieron degustar después de la proyección de la película y de uno de los cortos de VICE que muestran el lado más canalla de la cinematografía.


Lo mejor de Film and Cook

En su estreno como festival competitivo, Film & Cook se despidió el pasado fin de semana de su sede en Madrid con la entrega de premios a lo mejor del festival:

Mejor Largometraje para la comedia romántica sueca Love and Lemons de Lars Vasa Johannson. Una cinta que sobre el amor, la amistad y el valor necesario para seguir tus sueños, basada en la exitosa novela del mismo título de Kajsa Ingermarsson. Agnes es una chef que ama cocinar. Tiene un buen trabajo, un novio que la ama y su mejor amigo siempre está dispuesto a todo por ella. Pero un día es despedida de su trabajo en un restaurante de lujo y abandonada por su novio. Así que no tiene nada que perder cuando un amigo le propone que sea co-propietaria en un nuevo restaurante.

Mejor Cortometraje a Sormenaren Bide Ezkutuak, el trabajo de Lara Izaguirre que muestra el proceso creativo del chef Eneko Atxa, un interesante y sabroso juego entre cámaras de cine y fogones.

Además, Film & Cook entregó el Premio Schweppes Film & Cook 2013 a la Mejor Experiencia Gastronómica a El Somni, un proyecto de El Celler de Can Roca y Franc Aleu que aúna ópera y gastronomía. El mismo Joan Roca (tres estrellas Michelin y Mejor Restaurante del Mundo 2013 según la prestigiosa revista Restaurant) recogió el galardón.







sábado, 2 de noviembre de 2013

Ravioli invertido de gamba roja

Esta tarde a Sara y a mi nos toca maratón de MasterChef (EEUU), y recordando la versión española, nos ha dado por cocinar el Ravioli invertido de gamba roja con el que Clara superó una de las pruebas de eliminación. Os dejo con la receta y mientras Sara le da al play.


Ingredientes

  • 100gr de harina de tipo ‘’00’’
  • 1 huevo
  • 30gr de mantequilla
  • Orégano fresco
  • 12 gambas rojas
  • 6 cucharadas de salsa de tomate
  • 4 tomates cherry
  • Sal, pimienta


Elaboración

Hacemos la masa de los ravioli con 100gr de harina y un huevo, partiendo desde un volcán, mezclando bien y luego amasando. Se hace una bola, se cubre con papel film y se deja reposar a temperatura ambiente.
Preparamos el relleno de los raviolis, que será luego la salsa del plato. Mezclamos la mantequilla con el orégano fresco picado con la ayuda de un tenedor. Formamos bolitas del tamaño que queramos rellenar luego los raviolis e introducimos en la nevera para que se compacten.
Pelamos las gambas rojas reservando las cabezas. Quitamos los intestinos de las gambas y reservamos. Sofreímos en aceite las cabezas de las cambas, que queden bien tostaditas aplastando bien para que suelten su juego. Colamos el jugo conseguido aplastando bien las cabezas contra el colador. En ese jugo desleímos la salsa de tomate y ponemos a calentar a fuego flojito. Sazonamos con sal y pimienta y reservamos.
Lavamos los cherrys y partimos a la mitad. Le damos un toque de sartén con un pelín de aceite y reservamos.
Estiramos bien la masa con ayuda de harina para que no se pegue, tiene que quedar muy finita. Hacemos los raviolis rellenando con la bolita de mantequilla y sellamos bien con la ayuda de un poquito de clara de huevo en los bordes.
Ponemos un cazo con agua y sal a hervir.
Planchamos las gambas a fuego muy fuerte con un hilo de aceite por los dos lados.
Hervimos los raviolis dos minutos y escurrimos bien para quitar todo el agua restante.
Pintamos el plato con una cruz de salsa de gamba, montamos 3 colas de gamba encima y arriba del todo el ravioli con una gota de aceite de oliva en crudo por encima y un pelín de sal. Ponemos al lado dos mitades de tomate cherry que habremos calentado antes. Cuando se rompa el ravioli, el interior estallará cubriendo las gambas y haciendo de salsa.